Aunque ha formado parte de la intimidad humana durante milenios, el acto de tragar semen sigue estando rodeado de curiosidad, malentendidos y, a menudo, conversaciones en voz baja. Si bien es una decisión profundamente personal que se toma en la intimidad de una relación, la ciencia moderna, sorprendentemente, ha enfocado su atención en el tema, buscando comprender su composición y sus posibles efectos. Más allá de mitos y rumores, ¿qué revelan realmente los estudios sobre tragarse el semen de la pareja?
El primer paso para comprender los posibles efectos es saber de qué está hecho el semen. Lejos de ser simplemente “esperma”, el semen es un fluido complejo llamado plasma seminal, que contiene los espermatozoides. Producido por diversas glándulas del aparato reproductor masculino (vesículas seminales, próstata y glándulas bulbouretrales), el plasma seminal contiene una mezcla de sustancias. Estas incluyen proteínas, enzimas, fructosa (un azúcar que proporciona energía a los espermatozoides), minerales como el zinc y el potasio, hormonas (incluidas las prostaglandinas) y una gran cantidad de agua. Considérelo menos como una fuente concentrada de nutrientes y más como un medio de transporte y soporte biológico.